¿ ̶Q̶u̶é̶ Quién es Plataica?

¡Oh, ciudadanos de Iberia y aún más allá, acercaros a mi vera para escuchar la historia de Plataica, la hermosa guerrera hoplita cuyo nombre resonará por siempre susurrado entre leyendas!

Corrían tiempos antiguos, las criaturas mitológicas caminaban sobre la tierra y los humanos temblaban, sometidos ante su poder, cuando una amenaza oscura surgió de las profundidades,: el Kraken de Tierra. Una bestia indomable, perturbadora, cuya mera presencia hacía que los campos se secaran y los vientos se detuvieran.

Ningún guerrero había sido capaz de herirlo siquiera, pues su cuerpo, más roca que hueso, más tierra que carne, era impenetrable por cualquier arma empuñada hasta entonces.

Ante el caos, la poderosa reina Alecto, gobernante de la ciudad-estado de Hyperea, en su sabiduría, comprendió que se necesitaba algo más que fuerza bruta para enfrentar a esta nefasta criatura. Fue entonces cuando convocó a Plataica, una joven guerrera de espíritu indomable y destreza única en la batalla.

Aunque para vencer en su cometido, la guerrera necesitaría portar la Armadura de Plata, una reliquia sagrada, forjada por los dioses, que confería poder y autoconfianza a quien la portaba.

Pero Plataica primero debía demostrar que era digna de ella. Solo entonces podría enfrentarse al Kraken de Tierra.

La reina le impuso tres pruebas, cada una diseñada para desafiar su mente, su cuerpo y su alma.

La primera prueba la enfrentó a un toro salvaje, cuyos cuernos eran afilados como espadas y brillantes como el acero. Plataica, sin miedo en el corazón, esquivó sus embistes una y otra vez, midiendo sus movimientos. Con un giro ágil y preciso, hundió su lanza en el costado del animal, derribándolo con la fuerza y la gracia de una verdadera guerrera.

La segunda prueba fue más difícil aún: en los desfiladeros de la más alta cumbre un gigantesco león custodiaba un paso estrecho, bloqueando su camino. Su rugido era como un trueno que hacía vibrar la tierra, sus zarpas eran capaces de arrancar árboles enteros y la mera visión de su melena hacía que se helase hasta lo más profundo del alma. Pero Plataica no vaciló. Con la espada en mano, se lanzó al combate. El león saltó hacia ella, pero la joven guerrera, con una precisión increíble, se apartó en el último momento y, con un corte veloz, lo derribó. Para siempre.

La tercera prueba la llevó a lo alto de una montaña escarpada, donde debía alcanzar la cima y enfrentarse a un águila gigante que custodiaba un nido de preciados tesoros. El camino era traicionero, pero Plataica, impulsada por su voluntad inquebrantable, ascendió sin detenerse. Una vez en la cima, la batalla con el águila fue feroz. Las alas del ave podían barrer a un hombre, pero Plataica, con astucia, encontró una abertura en su vuelo y, con un golpe maestro, superó a la criatura y regresó triunfante.

Habiendo completado las pruebas, la reina Alecto, profundamente impresionada, le entregó la Armadura de Plata. Con ella, Plataica se sentía más fuerte, más segura, pero el verdadero desafío aún estaba por venir: la batalla contra el Kraken de Tierra.

La lucha final comenzó al atardecer, cuando el Kraken emergía de las entrañas de la tierra, sacudiendo todo a su paso. La monstruosa criatura, con su piel rocosa y tentáculos colosales, rugía con una furia que hacía temblar el aire mismo. Plataica, protegida por la Armadura de Plata, se enfrentó al Kraken con una valentía que desafiaba a los mismísimos dioses.

El Kraken, con sus tentáculos serpenteantes, intentó aplastarla una y otra vez, una y otra vez, pero Plataica era demasiado rápida. Se movía con una agilidad sobrenatural, esquivando sus ataques y golpeando con su lanza y espada en puntos clave. Sin embargo, la piel de la bestia era impenetrable, y cada vez que parecía que Plataica encontraba una abertura, el Kraken volvía a atacar con renovada furia.

La batalla duró horas, días quizás, con el cielo oscureciéndose y la tierra misma pareciendo participar en el combate, apagándose poco a poco. Plataica, aunque herida y agotada, no dejó que el miedo la dominara. Cada golpe de su espada era más fuerte que el anterior, cada paso más firme. El brillo de la Armadura de Plata relucía intensamente, infundiéndole una confianza que ningún ser había conocido.

Finalmente, Plataica se lanzó hacia el centro del cuerpo del Kraken, su instinto le empujaba, guiándola hacia el punto débil que la bestia ocultaba. Con un grito de guerra que resonó por todo el valle, hundió su espada profundamente en el corazón de la criatura. El Kraken de Tierra lanzó un último rugido estremecedor, agónico y, en un colapso titánico, se desplomó, derrotado.

El silencio se apoderó del campo de batalla. Plataica, exhausta pero triunfante, se alzó sobre el cadáver de la bestia. Los testigos que habían observado la lucha desde las colinas vitorearon su nombre, sabiendo que acababan de presenciar una gesta digna de los héroes más grandes de Grecia.

La Tierra estaba a salvo gracias a Plataica, la única guerrera hoplita que había demostrado que el valor, la habilidad y el corazón no pertenecen a un género, sino a los verdaderos héroes. Así, su nombre quedó grabado en las leyendas, no solo como la vencedora del Kraken de Tierra, sino como un símbolo de esperanza y valentía eterna para todo el pueblo griego.

Y así, oh griegos, íberos y demás oyentes, recordad siempre: cuando el mundo se oscurezca y las criaturas del abismo acechen, siempre habrá una Plataica dispuesta a luchar por la esperanza. ¿Quieres ser tú?